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¿Por qué nos da vergüenza que nos vean en ropa interior y no en bikini?

  • mybeautifulshowcase
  • 28 ene 2016
  • 4 Min. de lectura

Aunque insignificante, la pregunta despierta muchísima curiosidad. Cuando vamos a la playa, a una casa con piscina o nos asoleamos en la comodidad de nuestra terraza, no parece haber problema alguno con que dos pequeñas piezas de tela cubran nuestro cuerpo. Nos tomamos fotos sola o con amigos e, incluso, las compartimos en nuestras redes sociales. Por lo general, en estos retratos aparecemos cómodas y sonrientes usando un bikini, libre de complejos y aceptando la realidad de nuestra complexión física tal y como es.

Sin embargo, cuando se trata de la ropa interior, nuestra actitud cambia. Constantemente nos revisamos que ninguna prenda oculta se salga de su lugar, tememos que el corto del vestido las exponga y, si alguien abre por error el vestidor de la tienda donde nos estamos cambiando, puede resultar una de las peores humillaciones de nuestras vidas.

  • ¿Por qué?

Estamos hablando de vestimentas de dimensiones similares, que cubren las mismas partes y que, incluso, hay trajes de baño que por la delgadez de su tela llegan a ser más reveladores que la ropa interior. Lo que nos lleva a identificar una diferencia entre ambas y con la que quizá se descifre el misterio: ¿será que los bikinis fueron creados para enseñar y la ropa interior para cubrir?

El origen del bikini moderno le debe su creación a la necesidad, pero no a la de los hambrientos ojos de los hombres por ver más piel, sino de las empresas textiles en los Estados Unidos que vieron sus producciones reducidas durante la Segunda Guerra Mundial. Para revivir la industria del traje de baño y hacerlo de una forma costo-efectiva, los dos diseñadores franceses, Jacques Heim y Louis Réard, lanzaron al mismo tiempo sus versiones del traje de baño de dos piezas —el primero lo llamó “atome” y el segundo “bikini”— en 1946. Katya Foreman explica, en un artículo para la BBC por qué el bikini se convirtió en un clásico: “La evolución del diseño del bikini traza la emancipación de las mujeres, como un símbolo de la libertad y seguridad de su propio cuerpo, con generaciones de icónicas estrellas de la pantalla de plata ayudando a alimentar su mito. Algunos momentos memorables incluyen la película francesa de 1956 And God Created Woman, donde todo lo que se interponía entre el público y las partes privadas de Brigitte Bardot eran unos minúsculos recortes de tela y, por supuesto, el momento del bikini blanco con la primera chica Bond, Ursula Andress en Dr. No (1962)”. Por su parte, en el terreno de la ropa interior, hasta antes de la invención del brassiere en 1913 por la neoyorquina Mary Phelps Jacob, estas prendas eran piezas completas que tapaban el cuerpo entero; usaban corsés para ceñir sus cinturas y levantar el busto. La verdad, no había nada que pudiera provocarles vergüenza de sorprenderlas en estas condiciones, más lo horrible e incómodas de sus vestimentas. Pero, al igual que los bikinis, en la actualidad hay cierto tipo de ropa interior que sí es concebida, diseñada y confeccionada para contemplarse: la lencería. Sofisticados encajes, ligas, ligueros, medias, sostenes, transparencias y aperturas que se divierten con la imaginación de quien las usa y aquella persona que tiene la fortuna de quitarlas antes un encuentro sexual. Así que tampoco se sostiene la hipótesis de que los bikinis son para ser vistos y la ropa interior no.

Tal vez haya que adentrarse a otro tipo de conceptos más profundos que las telas con las que los seres humanos se tapan; la vergüenza, por ejemplo. Según Psychology Today, ésta es un “sentimiento incómodo que se experimenta cuando un aspecto personal resulta o amenaza con ser presenciado o revelado por otros y creemos que este descubrimiento subestimará la imagen de nosotros que, por cualquier razón o razones, queremos proyectar en otros”. Esta definición da luz al tema en cuestión, ya que si nos apena que nos vean en ropa interior esto se debe a que no tenemos la intención de que así sea. Hay otro adjetivo para llamar a las prendas que suelen ser usadas debajo de un atuendo: ropa íntima. Esto, según la Real Academia Española es la cualidad “más interior o interna” de cualquier cosa. Así que como tal, la ropa íntima, desde un punto de vista semántico, es aquella que se utiliza para resguardar las partes más privadas de cualquier persona y, por lo tanto, genera vergüenza si alguien es descubierto usándolas. En ese sentido, no encaja conceptualmente en la misma definición que lencería o trajes de baño, ya que éstas fueron hechas para que otra persona—además, por supuesto de quien las usa— las disfrute. Las prendas íntimas no. Esas son exclusivas para su usuario.

Siendo sinceras, los hombres tampoco andan en calzones por la vida y se produce una sensación similar a la de nosotras en el caso de ser sorprendidos de esa forma. La clave aquí es que algo da pena si daña con la imagen que se quiere proyectar de uno en público. Si ser visto en calzones ayuda no tiene por qué ser vergonzoso. Si no, pregúntenle al vaquero que toca la guitarra en calzones en Nueva York.


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