Pura Vida.
- mybeautifulshowcase
- 2 feb 2016
- 3 Min. de lectura
Hace justo un mes llegaba a Margarita. Ya estuve el año pasado en las mismas fechas y tenía clarísimo que volvería pronto pues allí se encuentran algunos de los mejores spots del mundo para hacer kitesurf, así como las condiciones óptimas para la práctica de este deporte: viento constante cada día, una temperatura perfecta… Pero, además, porque el año pasado fui muy feliz en ese pequeño pueblo llamado El Yaque.

Esta vez no sólo fue el kite el motivo de mi viaje. El deporte fue la excusa pero la realidad es que necesitaba reencontrarme conmigo misma. El stress y el ritmo de vida frenético me habían desconectado de la realidad y estaba viviendo a una velocidad de infarto.
Hay momentos en los que uno se pierde y nos convertimos en autómata que hace “lo que se supone que debe hacer”. Es cierto que todas las vivencias que he tuve el año pasado han sido experiencias increíbles y únicas pero, hay muchas horas de trabajo en solitario: estudiando, escribiendo… Jornadas que se alargan hasta altas horas de la madrugada y que han desembocado en mucho stress.

Debemos estar ALERTA y, en cuanto nos demos cuenta de que algo no va bien, hay que parar y reconectarnos con nosotros mismos, con nuestros sentimientos, pasiones, deseos… Con la vida que queremos vivir dentro de nuestras posibilidades; con todo aquello que nos hace felices.

Sabía que Margarita era el lugar idóneo para calmarme, parar y pensar, en conexión con dos de mis pasiones: el deporte y la naturaleza.
Es curioso que un deporte extremo pueda calmarme, pero así es.
En el kite, la preparación previa se convierte casi en un ritual. Ver cómo está el mar, qué viento hace; decidir qué cometa necesitas, hincharla, colocar las líneas… Todo te va preparando para entrar al agua.

Hay lugares que, sin saber por qué, te llenan de paz y libertad. En StevieWonderLand, la posada en la que ya estuve el pasado año, encuentro ambas cosas. Es un lugar donde se reúne gente valiente de diferentes partes del país y del mundo con una pasión en común: el kite. Es curioso como el deporte logra sacar el mejor lado de las personas. Dormir en la terraza, viendo las estrellas y escuchando el sonido del mar fue un privilegio.

Hubo un día que me enfadé mientras navegaba porque no me salían los saltos que estaba probando. No lograba mejorar y me sentía frustrada. Entonces, un amigo me dijo una broma cuando pasé navegando a su lado y comencé a reírme a carcajadas. En ese instante me di cuenta de dónde estaba y de lo afortunada que era. Me senté en la orilla con mi cometa, miré el precioso atardecer y me dije a mí misma que no tenía sentido estar enfadada en un lugar tan hermoso. Cambié el chip. Comencé a navegar disfrutando muchísimo.
Está claro que el prisma con el que se mira cada situación, cada momento, es básico para ser feliz.

En ese pequeño pueblecito hay un lugar que me hace muy feliz y amigos que volveré a ver, quizás allí, quizás en otro lugar del planeta.
Como dice una canción de un grupo argentino que se llama Maramá:
“Son los caminos que me llevan a ti, son los caminos que quieren que vuelva”… Volveré.
Me subí al avión de regreso y se me inundaron los ojos de lágrimas, mezcla de tristeza y de felicidad. No quiero olvidar cómo me sentí, lo feliz y libre que fui allí.


PORQUE NUNCA ES TARDE PORQUE QUERER ES PODER…
¡VIVE! Como tú decidas.

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